31 de marzo de 2013

157 | Valió la pena (I)

Ya llevo casi medio año “on the road”. Durante todo este tiempo en el que he estado viajando en Asia y Oriente Medio no he tenido que preocuparme acerca de mi futuro profesional, únicamente de vivir el presente. Amar, aprender y disfrutar…

Espera. Viajemos ahora unos instantes hacia el pasado.

Año 2007, después de terminar el temido y disfrutado bachillerato, tengo que empezar a estudiar una carrera universitaria en mi ciudad natal, Barcelona.

Así lo hacían también todos mis compañeros de curso por aquel entonces. Recién cumplidos los dieciocho o diecinueve, con la vida por delante, la motivación por las nubes y todas las puertas abiertas. Todos ansiosos por la idea de empezar una etapa tan importante. Recuerdo que era entretenido preguntar a cada uno de ellos qué iban a estudiar y porqué. Las respuestas eran de lo más variopintas.

Era el camino marcado por la sociedad y no seguirlo significaba un futuro negro, lleno de penurias e incertidumbres. O al menos así te lo pintaban, si eras de los que tenía la curiosidad de preguntarlo. Nadie en su sano juicio quería pasar por un futuro de este color, así que la universidad era el siguiente paso lógico.

Ya que tenía que seguir estudiando algo por obligación, sopesé los pros y contras de las elecciones que tenía por delante… no demasiadas y no muy divertidas… ¿Porqué no había una carrera de manager de equipo de Fórmula 1, de escalador de montañas o de creación de videojuegos? Eso hubiese hecho más sencilla la elección.

Así que acabé escogiendo Administración de Empresas -Business en inglés-, conocida comúnmente en España como ADE.

Mucha gente estudiaba ADE. Yo tenía tres razones de peso para ello.

Me apasionaba el tema de empezar una empresa desde cero, como habían hecho algunos de mis ídolos de aquella época, Steve Jobs o Bill Gates. Sus historias eran increíbles, empezando con algún amigo montando ordenadores en un garaje y convirtiéndose finalmente en algunas de las compañías más grandes e influyentes del mundo. Quería llegar a ser uno de ellos.

También me atraía mucho el tema de la bolsa y el trading. Significaba aprender todo un nuevo mundo de cifras y gráficos, del que pocos eran expertos y en el que lo más importante era el dinero. Mover dinero, invertir dinero, ganar dinero, perder dinero. Había personas, rodeadas por un aura mística, que habían hecho fortunas con ello. Quería llegar a ser una de ellas.

La tercera razón era porque, más que nada, me parecía la menos aburrida de las alternativas que tenía delante.

Ahora nos remontamos cuatro años hacia el futuro. Yo, junto con todos mis compañeros de clase, vestidos con túnicas negras en el aula magna de la universidad. Tenemos el ansiado diploma en nuestras manos. Estamos de pie y lanzando a la vez nuestros birretes hacia el cielo, en señal de victoria, mientras suena el himno universitario y todos, familiares, amigos y profesores, aplauden a nuestro alrededor, felices.

Vale, quizá no fue exactamente así.

Durante esos cuatro años, había cursado una sola asignatura sobre emprendeduría, llamada ‘Creación de empresas’. O lo que es lo mismo, 50 horas de clase de las 3.000 horas totales de la carrera. Un 1,6% del tiempo. Teórica, no práctica. Me queda el consuelo de que algo bueno salió de allí, este mismo blog.

Durante esos cuatro años no me habían enseñado absolutamente nada sobre la bolsa que no supiera ya antes.

Y lo más importante, durante esos cuatro años me aburrí como una ostra durante la gran mayoría de las clases y horas de estudio. Aburrimiento con mayúsculas.

No es que me hubiese dado cuenta de ello el día de la graduación, al final... Lo peor es que me di cuenta del panorama nada más entrar. Eso hizo que muchas veces durante esos cuatro años me plantease dejarlo, algunas de ellas muy seriamente. Mi corazón no estaba alineado con mi cabeza. Mis sentimientos y pensamientos no estaban alineados con mis acciones.

Sin embargo nunca di ese paso de dejarlo y tirarme al vacío. El miedo me paralizaba. Siempre era el miedo.

No tenía ahorros para montar una empresa, ni medios para encontrar un trabajo decente sin una carrera en el bolsillo. No sabía qué hacer ni a quién acudir. Lo único que me quedaba era quejarme de mi situación, dar gracias a la vida por tener una familia, comida y techo para dormir y tratar de no pensar demasiado en ello, al mismo tiempo que disfrutaba de las tardes y fines de semana con los amigos.

Tengo el presentimiento de que es la misma sensación que siguen sintiendo muchos de los estudiantes, universitarios o no, hoy en día. 

Sin embargo, aunque crítico con el modelo utilizado para ‘educar’ -por llamarlo de alguna manera- en nuestra sociedad, este no es un post de queja. No puedo quejarme de nada en mi vida.

Ahora viene la otra cara de la moneda.

...

25 de marzo de 2013

156 | Dos semanas en Muscat

Después de todas las peripecias para llegar a Omán, por fin estoy aquí. Desde hace un par de semanas comparto piso con dos buenas personas, Vinod –indio- y Juma –omaní- en el centro de la ciudad, un barrio residencial llamado Al Qurum, en la capital, Muscat.

Aquí el centro de la ciudad no es como en Barcelona…  los edificios no son altos ya que casi todo son casas familiares. Uno no se siente ‘encerrado’ cuando camina por la calle, sino que los espacios son muy muy amplios. Se debe a que en total son unos 3 millones de personas viviendo en todo el país, lo mismo que en una ciudad como Madrid.

Desde que llegué no he visto ninguna nube propiamente dicha, de esas que llevan agua. El cielo es completamente azul y el sol pega que da gusto, con una temperatura media ahora en el mes de marzo de 25ºC. Dicen los que saben que se incrementa hasta más de 45 en verano. Tengo curiosidad por experimentarlo.

Esto hace que los paisajes sean áridos aquí en la costa y desérticos en el interior, con muy pocas plantas y árboles en comparación con el paisaje al que estaba acostumbrado en Tailandia o Malasia. Tengo ganas ya de darme un paseo por las dunas con 4x4.

En Omán no existe el transporte público, lo más que puedo encontrar son taxis. Todo el mundo posee un coche, porque sino no hay manera de moverse. No solo se da la circunstancia de que todo está muy lejos -una cosa de la otra, se entiende- sino que las carreteras ni siquiera han sido diseñadas para peatones, quizá porque en verano se hace imposible moverse sin aire acondicionado. Raro es encontrarse un semáforo con un paso de cebra incorporado.

Si a eso le sumamos que Omán es uno de los países en los que corre el petróleo, lo que hace que la gasolina sea barata, y que a los omanís les gusta fardar, nos da como resultado que no puedes salir a la calle y no encontrarte con un cochazo a la vuelta de la esquina, léase Lamborghini, Ford Mustang, Jaguar, Porsche o similar. Bellezas automovilísticas las que hay por aquí. 

Por si te lo preguntabas, llenar el depósito cuesta unos 10 euros al cambio…

Los salarios y precios no difieren mucho de España, aunque al haber menos regulación puedes encontrar todo un rango de precios diferentes para el mismo servicio. Por ejemplo, hay un restaurante cerca de casa en el que puedo comer muy bien por 1.4 Rials, unos 3 euros… y enfrente hay otro un poco mejor adornado, en el que puedes comer igual de bien por 15 euros.

Hay muchísimos expatriados trabajando, sobretodo indios. Ellos dicen en broma –aunque es verdad- que controlan el país. Por ello algunas empresas tienen lo que aquí llaman ‘Omanisation’, que es preferencia por nacionales omanís a la hora de contratar personas cuando hay algún puesto vacante. ‘Hey, somos empresa de aquí y tenemos un 93% de omanisation. Supera eso, chaval.’ Algo así.

Los Omanís llevan lo que se llama dishdasha que es el vestido oficial. Casi todos los hombres van con una túnica blanca y gorro en la cabeza, mientras que las mujeres llevan una túnica de color negro y hiyab, un pañuelo en la cabeza, para tapar el pelo.

La última curiosidad es que aquí los fines de semana son jueves  y viernes, en vez de sábado y domingo. Cuando me lo dijeron pensé que era una broma, pero se ve que es real. 

(nice afternoon at the beach, 10 min from home)

(viwes of PDO club, for people who works in petroleoum)

(fancy cars all around)

(Sultan Qaboos University, interesting day!)

(a shortcut that i have to take every day)

(what i usually eat here...)

(biggest masjid in the world)

(from the terrace of the place where i live)

19 de marzo de 2013

155 | El mismo Segundo

El viaje en avión desde Bangkok hasta Bombay -India- no había sido uno de los mejores de su vida. Miró el reloj. La 1.18h de la noche. Enseguida se acordó de que debía añadir dos horas más.

Un amable señor con bigote le acababa de comunicar que no podía recoger su maleta, pues estaría en tránsito hasta el día siguiente por la noche, a su llegada a Omán. Lo que no le había dicho es que él mismo, su persona, también estaba en tránsito... y por ello no podía abandonar el aeropuerto hasta coger el siguiente vuelo. Igualmente se enteraría dentro de unos minutos, cuando toda esta gente que hacía cola terminase de pasar el control policial. Iban tan despacio… que poca organización.

Lo primero que pensó al enterarse de ello es dónde demonios iba a dormir. Nunca había dormido en un aeropuerto. Después de veinte minutos dando vueltas y reconociendo el terreno -tiendas y más tiendas- encontró el lugar perfecto. Unos asientos azules, más grandes e inclinados de lo normal en una de las zonas menos transitadas. Incluso parecía que habían colocado la iluminación expresamente para tal menester. No así la música ambiental, que aún y estar bien entrada la noche, seguía sonando por los pequeños altavoces en el techo.

21 horas de espera por delante, en la terminal “International Departures” del aeropuerto de Bombay.

Sin equipaje, aunque por lo menos con un buen jersey que había cogido a última hora. El único que tenía. Sin nadie que le cambiase Bath tailandeses por Rupias, aunque por lo menos con tres vales canjeables por comida que le acababan de proporcionar. Sin internet, aunque por lo menos con un par de libros: ‘Junky’, de William S. Burroughs y ‘The Castle’ de Franz Kafka. Sin un lugar para ducharse, aunque por lo menos unos baños en los que lavarse la cara y asearse. Sin saldo para llamar internacionalmente en ninguna de las cuatro tarjetas SIM que poseía, aunque por lo menos con el suficiente en la de Vodafone para enviar un par de mensajes.

Y lo único remarcable que ocurrió durante este tiempo… todas estas horas de espera… es que no pasó nada.

Desde su asiento reclinado, el cual se había convertido ya en su hogar temporal, su campamento base, tenía una vista perfecta de los ‘puntos calientes’ de la terminal. Podía apreciar el continuo movimiento de cientos y cientos de personas. A todas horas, sin descanso. El momento perfecto para colocar una cámara fija grabando y luego pasar el vídeo a cámara rápida. Sentados, conversando, durmiendo, comprando, caminando, corriendo, comiendo, riendo, leyendo. Todos diferentes… y a su vez todos iguales.

Las 21 horas se concentraron en un solo segundo. Siempre es un segundo. El mismo segundo.

Cruzó la puerta de salida del aeropuerto de Muscat, capital de Omán, a medianoche del día siguiente, con la mochila en la espalda y bastante cansado, aunque siempre feliz. No le habían pedido nada más que 20 Rials para darle el visado de un mes. Ni billete de salida del país ni mierdas… los de Bangkok le habían tomado el pelo en toda regla.

“Aquí estamos… si he llegado hasta aquí es por algo. La vida quiere que esté aquí en este instante.” pensó.

Ella le vino a buscar en coche, todo un detalle por su parte, y le acompañó hasta el piso en el que dormiría provisionalmente esta noche, a las afueras de la ciudad. Era simplemente genial, su habitación daba a una terraza desde la que se entreveían las siluetas de las montañas circundantes, como gigantes dormidos en la noche, rodeadas de miles de pequeños puntos de luz blancos y brillantes, también llamados estrellas. Un recibimiento espectacular por parte de la naturaleza, que trataba de darle la bienvenida y decirle que no se preocupase, que todo iba a salir rodado.

Adaptarse al nuevo entorno, conocer personas, buscar una nueva fuente de ingresos para volver a tener unos ahorros, dejar de moverse de un lado para otro durante unos meses y disfrutar de estar viviendo y aprendiendo tantas cosas nuevas.

Esa son las ideas que tiene ahora mismo en su cabeza…  y veremos si el curso de la vida coincide con ellas.

(this is what i wanted...)

(first morning i wake up and i can see this views)

(my room now in Al Qurum)

(nice beach!)

(...and beautiful landscapes)

(sometimes reminds me Morocco)

16 de marzo de 2013

154 | Bye Thailand!

En Tailandia puedes encontrar…

Las fiestas más alucinantes. Full moon party, por poner un ejemplo, es famosa alrededor del mundo. La mejor música electrónica en las playas de las islas más espectaculares.

El careto del rey en cada esquina, a tamaño gigante; o en cada recinto cerrado -restaurante o casa- a tamaño cuadro.

Templos budistas en los que aprender a meditar. La paz más absoluta puede encontrarse en ellos. También puedes encontrarte con ti mismo, lo cual no siempre es muy agradable.

Los lugares más baratos, en los que vivir es prácticamente gratis comparado con Europa. Léase templos, granjas orgánicas, poblados en las montañas… todos ellos experiencias que no se borrarán nunca de tu cabeza si estás abierto a ellas.

Mochileros/as que se te acercan por la mañana y te dicen en inglés sin conocerte de nada: “Hola, ¿Qué hacemos hoy?” y te dejan con la cara a cuadros.

Animales que no sabías ni que existían.

Los lugares más grises, horribles, sucios y apestosos que puede haber dentro de una ciudad.

Personas espectaculares, que te ayudarán cuando estés perdido, te acogerán aún siendo humildes y te enseñarán cosas nuevas sin esperar nada a cambio... y a los que siempre estarás agradecido.

Todas las drogas que quieras... o no quieras.

Noodles, rice, noodles, rice, noodles, rice, noodles, rice, noodles, rice, noodles, rice…

Personas que verán en ti un billete potencial. Harán cualquier cosa para sacarte dinero,  como por ejemplo algunos taxistas. No subas nunca a un taxi sin haber acordado antes que ponga en marcha el taxímetro.

Algunos de los paisajes más espectaculares que puedas ver en tu vida. Campos interminables de arroz, tormentas eléctricas a lo lejos en las montañas, playas paradisíacas o puestas de sol que no habrás visto nunca antes.

Turistas mayores que vienen solamente en busca de alcohol, fiesta y chicas. 

A ti mismo conduciendo una moto a toda velocidad y esquivando el caótico tráfico de la ciudad como si fuera un videojuego.

Estatuas de Buda de todos los tamaños, formas y colores.

Sincronías –una cosa te lleva a la otra- por las cuales creerás estar formando parte de una película, en la que el guión ya estaba escrito y solo tenías que seguirlo.

Una loca carrera de Tuk-Tuks por la noche en la ciudad, sin importar que vayan contigo dentro de pasajero.

Viajeros de los de verdad, de los que llevan años dando vueltas por el mundo y se pueden pasar horas contándote sus aventuras.

El clima más espectacular que hayas experimentado, en el norte durante la época seca. Calorcito durante el día, parecido a verano y fresco por la noche, igual que en invierno. Perfecto para vivir.

Gente que te ofrece unos ricos escorpiones fritos como aperitivo.

Un elefante con personas encima a la vuelta de la esquina mientras estás conduciendo tranquilamente la moto por un caminito.

….

Tailandia significa contrastes. Allí todos los extremos se encuentran cara a cara. Eso es lo que hace tan divertido visitar este país.

(siesta!)

(the King in large size, about 5 meters)

(beautiful statue, isn't it?)

(my favourite bookstore in Chiang Mai)

(helping to clean watermelons from the road, no deads)

(sleeping in the train, direction Bangkok)

(tuk-tuks in famous Kao San Road)

(something to eat while waiting for the train)

11 de marzo de 2013

153 | El kilómetro más Largo de mi Vida

Llegaron al aeropuerto con varias horas de antelación, pues el tráfico en Bangkok es caótico a ciertas horas y no querían correr riesgos.

El mostrador de ‘Air India’, donde recoger el billete y dejar la maleta, estaba operativo desde tres horas antes del despegue, programado para las 20.30h. Tiempo de sobras para luego pasar los controles de pasaporte y dar unas vueltas por las tiendas ‘duty free’ tranquilamente.

Más de media hora de cola. Entonces empecé a pensar que no estaría mal poder coger en cada vuelo un billete ‘Business class’ solo para saltarse este trámite. Qué coñazo esto de esperar.

-“Hi, good afternoon. Put your bag here please.”

13.4 kilos pesaba la mochila. Nunca me había parado a pensar en cuánto peso cargaba mi espalda durante este viaje, qué curioso.

La señorita, vestida completamente de color lila y con un gracioso gorrito a juego, típico atuendo de las aerolíneas, se estaba tomando su tiempo para realizar los trámites.

-“I need a confirmation of your return ticket from Oman.” dijo mujer-violeta, al fin, después de estar tecleando casi cinco minutos.

-“Sorry, what?” dije sorprendido. Y enseguida recordé… no podía ser verdad que estuviéramos repitiendo la misma historia de Malasia.

 -“To give you the ticket to being able to flight to Oman, i need to see your return ticket. To get your VISA there, you need to prove that you are going to leave the country after your stay.”

-“But i still don’t have this ticket. Of course I’m going to buy it, later.”

-“I’m sorry, i need this or i cannot continue in the computer to print your ticket.” 

-“Oh my God. And what should i do? I cannot buy this now.”

-“Yeah. You can go to the counter of ‘Oman Air’ and buy it there, and then you come here before we close the counter at 19.50h” dijo ella con la seguridad de estar dando unas instrucciones claras y precisas.

Estaba empezando a perder la paciencia. -“Oh wow, what a shit... But in the embassy they told me that i can do the VISA when i reach the country and, of course, i can buy the ticket when i stay in Muscat during this month.”

-“I’m sorry i need it now.” dijo mujer-violeta, cerrando la conversación y mirando a las personas que venían detrás de mío en la cola, dejando claro que tenía que apartarme de en medio.

Fuimos directos a hablar con alguien de ‘Oman Air’ que razonara un poco, sin conseguir nada más que vagas palabras. El tiempo corría en nuestra contra. No podía perder este vuelo, por ella, por el dinero y porque al día siguiente se me acababa el visado Tailandés.

Decidimos ir a probar, a ver cuánto costaban los vuelos desde Muscat, la capital Omaní, hacia algún país vecino. Para comprar un vuelo que posteriormente, por supuesto, no iba a utilizar, igual que había hecho al principio del viaje, comprando un baratísimo billete de tren que probara mi salida de Malasia y tirándolo luego a la basura.

Esa era la forma de ‘saltarse el sistema’ y esta vez se me había olvidado completamente, amparado en la confianza de que en la embajada me dijeron que si era Español me podían dar el visado ‘on arrival’ sin ningún contratiempo. Ahora tenía que pagar ese olvido y el absurdo funcionamiento de las aerolíneas para lavarse las manos ante cualquier eventualidad.

El joven tailandés que vendía los billetes de avión tenía pinta de muñeco. Iba bien vestido, con una camisa azul clarito con rayas verticales de color blanco, con el botón del cuello abrochado y el pelo negro engominado hacia un lado. Parecía irreal, un niño bueno que nunca ha roto un plato.

-“Hi, how are you?” Le explicamos detalladamente la situación con las prisas y el nerviosismo que insertan en tu cuerpo este tipo de situaciones. Dijo que no podía hacer nada más al respecto; nada más que vendernos ese vuelo, por supuesto. “We need a ticket to fly from Muscat to Dubai the next month, then”

-“Okay. Te cost is this and it’s no refundable” dijo después de teclear unos instantes e imprimir un papel, en el que se leía la cifra de 7.156 Bath, unos 190 euros al cambio.

 -“This one is the cheaper??” dije sorprendido.

-“Yes, sir” dijo con la voz propia de alguien que empieza a cansarse.

No quedaba otra que comprarlo o quedarse en tierra, pensé. Y no tenía ningunas ganas de quedarme un solo día más en esta ciudad. Así que extendimos la tarjeta de crédito, resignados. Hombre-muñeco nos la devolvió diciendo que no funcionaba, a la vez que atendía inmediatamente a otro cliente.

Y el tiempo pasaba. Corría. Volaba.

Pusimos delante de las narices de hombre-muñeco otra tarjeta de crédito. Ni la miraba. Después de diez minutos, cuando le llamé la atención al respecto, dijo que tenía que acabar unos papeles, y que si no podíamos esperar no podía hacer nada, levantando a la vez las manos ligeramente, en señal de impotencia.

Finalmente, después de diez largos minutos en los que me acordé interiormente de toda su familia, cogió la tarjeta. Esta sí que funcionaba.

“Oh… but i cannot buy the ticketif you don’t buy another ticket from Dubai back to home. I’m sorry.”

-“What?!?!?” dijimos al unísono.

-“If you buy a ticket to Dubai, we need to prove because of the VISA that you are leaving the country, so we need another ticket. You can buy a ticket to go home.”

No podía estar pasando algo así. Esto era irreal. Que tuviera que comprar el billete de avión de vuelta para tener una prueba de que iba a salir de un país en el que iba a aterrizar al día siguiente, pase. Que tuviera que comprar dos billetes, para demostrar que iba a salir del país al que iba a aterrizar cuando saliese del país en el que iba a aterrizar al día siguiente, no. Lo siento, eso ya no me cabía en la cabeza de ninguna manera.

Intentamos razonar con hombre-muñeco, pero no había fisuras en su parecer. Con cada frase que decíamos, el respondía explicando pausadamente lo mismo una y otra vez, como si estuviera explicando algo a unos escolares que no se enteran de nada.

Impotencia.

Lo único que quería hacer era alejarme dos pasos y tirar el móvil que tenía en la mano con todas mis fuerzas en toda la cara de hombre-muñeco. Entonces me habría quedado en paz. Seguramente también me habría quedado en Bangkok.

Y el tiempo pasaba. Corría. Volaba.

Inspirar conscientemente, expirar conscientemente. Todo lo que había aprendido en el viaje parecía que no servía de nada para controlar mi interior en esos momentos... y me supo mal. Toda una lección de humildad.

Quedaban diez minutos para que cerrasen el mostrador. La táctica pasó a ser otra. Decir que ni hablar, que no íbamos a comprar otro billete.

Nos sorprendió aceptándolo -bajo nuestra responsabilidad dijo- y comprando por fin un solo billete, ¡que no era poco! Muscat – Dubai, para el 6 de abril. 190 euros.

Treinta minutos para que despegue el avión…

Le di las gracias con una sonrisa hipócrita en la cara y volvimos inmediatamente donde estaba mujer-violeta, antes de que cerraran el mostrador.

Después de hacernos esperar otra vez y de llamar a otra mujer de superior rango, ‘la encargada’, ellas nos dijeron lo mismo que hombre-muñeco. No podía darme el pasaje si no compraba el billete para salir de Dubai.

Parecía que estaban todos confabulados.

Tratamos de hacerles razonar, diciendo que ya compraría el billete cuando estuviera en Muscat, por internet, que eran mucho más baratos.

No había manera.

Las últimas personas dejaban sus maletas en la cinta y cogían sus respectivos billetes. Pronto fui el único que quedaba y las simpáticas señoritas ni me miraban, hablando constantemente por los walkie-talkies.

Veinte minutos para que despegue el avión…

Llegados a este punto ya dejé de luchar y me limité a esperar. Si ese era el plan que la vida tenía para mí, que así fuera. No pensaba rendirme y comprar otro billete ni de broma y, si ahora me quedaba en tierra, mi idea era quedarme delante del mostrador hasta que me dieran otro billete a Omán. Por lo que supe después, mejor hubiera sido si hubiera seguido esta actitud pasiva desde el principio.

Quince minutos para que despegue el avión…

Ella tuvo que irse. Su vuelo salía a la misma hora que el mío. Tuve que insistirle para que se fuera, aunque no quería dejarme con esa incertidumbre. No tenía ni idea de cuándo volveríamos a vernos… Todos estos contratiempos eran impensables el momento en el que habíamos bajado del taxi, riendo, para entrar seguidamente al gran aeropuerto. Pero así es la vida.

Diez minutos para que despegue el avión…

Ahora sí que la mujer-violeta y su superiora empezaron a moverse. Y a toda prisa. Marcaron mi equipaje, me dieron un papel dorado en el que ponía algo así como ‘Passport control. Special.’ y me dijeron que fuera lo más rápido que pudiera. Yo estaba alucinando. ¿Para qué me habían hecho esperar tanto tiempo entonces?

Llegué corriendo a la cola ‘especial’ de los pasaportes en el momento justo en el que abrían una nueva. Con las prisas, me coloqué delante de un señor que llevaba ya tiempo esperando. Enseguida me di cuenta de lo que estaba haciendo y le dejé pasar, pidiendo perdón.

Cinco minutos para que despegue el avión…

-“Are you in a hurry? You seem worried.” dijo él.

Le expliqué rápidamente la situación -“Yeah, i’m sorry. My flight leaves at eight thirty, in five minutes. This people made me wait for more tan two hours!

-“Oh, in that case don’t worry, you can pass before me in the queue of course.”

-“Thank you very very much!

Uno de los trabajadores del aeropuerto había escuchado la conversación y tampoco dudó en intentar ayudarme:

-“What gate you have to go?”

-“Ehmmm… G5”

-“Oh sorry! This is the last one. You have to go to the right now, and then is about one kilometer.” dijo con cara de desilusión.

-“I’m going to run…”

-“You’ll make it!” dijo el inglés desde detrás, dándome ánimos.

En cuanto me entregaron el pasaporte con el sello de salida de Tailandia, me quité las sandalias, las cogí con la mano, y empecé a correr descalzo por el aeropuerto sin importarme lo que pensaran los demás.

Corría tipo sprint, lo más rápido que podía, esquivando cientos de personas que se daban la vuelta alucinados a la vez que sus bocas se abrían diciendo "Wow…." Si alguien se ponía en medio, íbamos a volar los dos. Hacia la derecha, recto, bajando unas escaleras, recto otra vez. Ahora parecía un videojuego. Nunca un kilómetro me pareció tan largo, lo podría comparar con los últimos de la maratón. Pasaba corriendo por las cintas transportadoras típicas de los aeropuertos y en cuanto llegaba al final, sonaba un pitido, se encendía una luz roja y la cinta se paraba. "Sorry! Sorryyy!"

Llegué a la puerta de embarque desfondado.

A las 20.35 estaba sentado en el avión, a la vez que la voz de alguien de la tripulación pedía perdón por el retraso a los pasajeros. Asiento 21-A, al lado de la salida de emergencia.

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Lo mejor de todo es que, cuando llegué al aeropuerto de Muscat al día siguiente y me tocó enseñar el pasaporte, los amables funcionarios vestidos de blanco solamente se preocuparon en preguntarme qué pensaba acerca del Barça – Milan de esta semana. Que si Messi iba a marcar dos goles, me dijeron. Por supuesto no necesitaban ese billete de vuelta para darme el visado. Ni siquiera me lo pidieron.

Esto me hace reflexionar... ¿Por qué me hicieron esperar en Bangkok hasta el último segundo si podían darme el billete? ¿Por qué me preguntaron en ‘Air India’ que en qué mostrador había comprado el billete a Dubai? ¿Se lavan las manos en caso que a alguien le denieguen la entrada a un país, ya que entonces ellas son las responsables? ¿Están las aerolíneas confabuladas entre sí en los aeropuertos para ganar más dinero? ¿Qué hubiera pasado si desde el principio me hubiera negado a comprar ningún billete? ¿Me habrían dejado pasar igual, en el último segundo?

Cosas que pasan viajando.

(waiting...)


PD. Por supuesto una semana después, ya en Muscat, me pasé por las oficinas de 'Oman Air' para que me devolvieran el dinero del billete. Se quedaron 20 euros por la cara, pero todo lo demás volvió a mi bolsillo.

5 de marzo de 2013

152 | Desviando la Ruta

Cuando empecé este viaje no tenía ni la menor idea de la ruta que seguiría. Me daba completamente igual ir a un sitio o a otro, con tal de viajar y aprender. La idea era pasar de un país al país vecino y así ir haciendo... abierto a cualquier cambio que me trajese la vida.

Funcionó la primera vez, ya que después de pasar tres meses en Malasia crucé la frontera hacia Tailandia, donde he disfrutado viviendo experiencias impresionantes durante dos meses más. 

El siguiente paso teórico entonces sería Camboya y luego Vietnam, sin embargo, muchas otras variables han entrado en juego. Una variable es el dinero. Otra el haber encontrado lo que buscaba en el plano consciente. Otra es ella.

Podría volver a Langkawi, donde tengo un trabajo fijo esperándome. Podría viajar a la India, donde con el dinero que tengo podría vivir por lo menos cinco meses más. Podría viajar a Omán, donde vive ella y buscar un trabajo allí mientras conozco una cultura completamente diferente. Podría volver a España y retomar mi vida 'normal'.

El destino ha tirado los dados... y ha salido un 3

El jueves 7 de marzo estaré aterrizando por la noche en el aeropuerto de Muscat, la capital del sultanato de Omán

Tengo unas vagas pinceladas en mi cabeza de como es el país, de dónde voy a estar y qué voy a hacer. Como si fuera un cuadro borroso que tengo que ir enfocando y acabando de pintar, poco a poco. Me gustaría trabajar y aprender. Cualquier cosa con tal de que sea diferente a lo que he hecho anteriormente. En otras palabras, no tengo ni idea de nada.

Sin embargo si sé una cosa:

I trust life. 

(yes, i also had to look in a map...)

2 de marzo de 2013

151 | Un encuentro con Buda

Jannina se había marchado ese mismo día de Tacomepai. Su cabaña quedaba al final del puente de bambú. Aquel puente que él tenía que recorrer cada mañana sí o sí para llegar a la cocina. Nada más ver la puerta abierta de esa cabaña, algo en su interior le impulsó vehemente a echar un vistazo adentro.  Por simple curiosidad.

El colchón, la mosquitera… y… ¿un libro?... Sin pensárselo dos veces estiró su mano derecha para alcanzar aquel ligero conjunto de páginas y el título quedó a la vista: "Are you dreaming? Buddha speaks to the West"

Perfecto, pensó. Justo hoy había acabado por segunda vez "Hacia rutas salvajes". El título que acababan de leer sus ojos además era sugerente y vendría genial después de la experiencia meditativa en el centro budista.

Pasó los siguientes días leyendo solamente un par de páginas cada vez que tenía la oportunidad de abrir el libro. No podía ir más rápido. Cada una de las frases tenía una profundidad especial que hacía que tuviese que parar si quería interiorizarlo. Parar a reflexionar. Parar a sentir. Parar a disfrutar de esas sensaciones que le recorrían...

Al tercer día, mientras estaba disfrutando del sol matinal que secaba las gotas de su cuerpo después de haberse dado un baño en el lago, otra fuerza extraña le impulsó, sin ningún sentido, a abrir el mismo libro por su última página.

Éstas fueron las frases exactas que aparecieron ante sus ojos en ese momento:

Dr. I.D. Garuda lives in the town of Pai, in the mountains of northern Thailand. He is available to breathe and connect deeply with anyone having an instinc feeling to spend time with him. His e-mail adress is…

¡Oh! Otra señal… Una más que se suma a las ya cientos de señales que marcan la pauta de su vida. Esta sin embargo, ¡madre mía!, era clarísima…

No tardó mucho en abrir el portátil y enviar un mail al autor del libro, preguntándole si tendría inconveniente en recibirle al día siguiente.

Contestación rápida. Ningún inconveniente, por supuesto. Además le indicaba la dirección de su casa, unos metros más allá del pequeño hospital del pueblo. Genial.

Era temprano. Aparcó la moto e Isaac ya le estaba saludando desde la ventana. ‘Keep a chair and lets go to the garden, we can sit in the shade of the trees’ le dijo el anciano, después de los respectivos saludos.

‘Why are you here?’ fue su primera pregunta. Swanney no tardó en soltarse de la lengua, explicándole con todo tipo de detalles no solamente las sincronías que le habían llevado a leer su libro, sino su viaje entero, el descubrimiento de los estados de conciencia en su vida un año atrás, su experiencia reciente en el templo budista e incluso se atrevió a preguntarle si tenía algún consejo para él.

Llevaba un buen rato hablando cuando se dio cuenta que debía parar y escuchar.

Isaac sin embargo no dijo nada. Simplemente le miraba fijamente a los ojos, con una sonrisa bobalicona marcada en su rostro.

Esperó... y no ocurrió nada.

Swanney se sentía nervioso ahora, su mirada iba de un lado a otro y sus manos se movían constantemente cambiando de posición. Trató de continuar hablando, sus cuerdas vocales emitieron una frase absurda y esperó otra vez una respuesta.Una respuesta que por supuesto no llegó. 

Isaac le miraba fijamente. Con esa sonrisa…

Empezó a pensar que todo esto era muy extraño, era una situación realmente increíble. Estaba sentado delante de un completo desconocido, un desconocido al que había abierto sus sentimientos, un desconocido que no le hablaba, que se limitaba a traspasarle con la mirada y sonreír. Y... parecía como si esa mirada pudiese verlo todo en su interior.

Cientos de pensamientos de toda índole cruzaron su mente en unos pocos segundos. ‘¿Y si me voy de aquí ahora mismo?’ ‘¡Este tío está fatal!’ ‘Mierda, ¿qué hago ahora?’ ‘¿Esto está ocurriendo de verdad o es un sueño?’

Decidió aguantarle la mirada y respirar, estar presente. No podía hacer nada más. Podía elegir entre eso o marcharse directamente y, por supuesto, esta segunda opción no era la adecuada.

Inspiración... Expiración...

Silencio.

Solo entonces empezó a sentir... ¡Isaac se comunicaba con él sin palabras! Vaya sensación tan increíble... ahora sí que lo veía todo, podía entender lo que quería transmitirle. ¡Por fin! Que hevy es esto...

Pasaron dos minutos…

Cinco minutos…

¿Diez minutos?…


-¡¡¡UAAAAAHHHHHH!!!

Isaac acababa de pegar un grito que se habría oído en el barrio vecino, abriendo los brazos a la vez.

A los pocos segundos Swanney estaba casi en el suelo de la risa y del susto. ‘¡Joder, que tipo tan loco!’

Enseguida le dio las gracias en voz alta por esa enseñanza tan directa y después de calmarse continuaron charlando:

- ‘You know, my house is a safe place. A place who we can feel and be free to express all this feelings. A place who if someone cries is a blessing… because this means that you are healing yourself.’

Por supuesto él no se iba a poner a llorar aquí enmedio, pensó. Madre mía, solo faltaría eso...

-‘You’re in the right path my friend, but when you look at me you have no idea what are you looking for, i can see this’

-‘Maybe… what i can do to improve?’

-‘Feel the love to others, not only the people you know, to all the people. We are all brothers, all the same. Express this love, not only with words but with actions. Continue being awareness of your breathing during the day, this is important. And express always what you feel, even if it’s anger, anxiety, fears... in a safe place, of course’

Isaac acababa de analizar de arriba a abajo su vida interior en pocos minutos y le había dicho cómo continuar por el camino. Casi no podía creerlo.

Miles de preguntas recorrían su mente, pero decidió escoger una. ¿Cómo había llegado a ese estado de conciencia?

-‘You never know when this state of enlightenment is going to reach you… but you can be ready for it. And this is not something that only few people can feel, something for the chosen, something difficult…  all human beings can do this! And when it comes to you, it’s… WOW!!!… something that no one can explain with words… no more fears, no more doubts... and being present ll day long… true happiness’

-'Forever?'

-'Forever.'

-'Wow…'

En ese momento la función terminó. Todos los actores salieron de la escena a la vez que los focos se apagaban. Una tenue luz iluminaba el centro del escenario, donde él estaba ubicado. El público se había marchado ya hace rato. No quedaba nadie. Ningún ruido.

Algo había pasado...

Se dio cuenta de que tenía lágrimas en los ojos. Isaac le abrazó como si fueran amigos de toda la vida y se dejó llevar… riendo a carcajada limpia a la vez que lloraba de felicidad.

-‘You know… i’m not buddhist, but i’m Buddha’  

...

[Si te interesa saber más sobre los estados de conciencia, puedes leer este magnífico post de Javier Malonda]

(THE book...)

(...even if usually i try to not to learn from books)

(this is the most important thing you can remember in life)


(Garuda & Pablo)
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