17 de abril de 2013

161 | Quad Bikes

Estaba expectante. No nervioso, porque en casa tengo una moto de 500cc y ya estoy acostumbrado a máquinas de este tipo, pero sí expectante. Seguro que conducir un Quad por primera vez en dunas de la altura de un edificio de varios pisos no iba a ser lo mismo que rodar con la Suzuki por las carreteras de mi país.

-“Wich one you prefer? Banshee three fifty or Raptor four fifty cc?” Me preguntó.

-“Well, if it’s the first time i think better 350cc, no?” Dije mirando con desconfianza a aquellos monstruos a los que mi amigo Khalid acababa de llamar Raptor. 

-“Oka, let’s go.”

Me dijo que las marchas funcionaban igual que en la moto: abajo 1ª y las demás para arriba. Lo mejor era ir en 2ª, dar gas a tope y empezar a subir la duna y, a mitad de la misma, si veías que faltaba potencia, poner 3ª. La teoría parecía sencilla. 

Hacía calor, mucho calor. 

Arranqué el motor dándole una “patada”. Sonaba de maravilla, el sonido típico de un motor de dos tiempos de esa cilindrada y con dos escapes, qué pasada… pero… mierda, -pensé- “¿cómo se acelera con esto?” 

-“Khalid! Where’s the throttle?” Dije gritando a través del casco, a riesgo de parecer un inepto.

Me explicó que se aceleraba a través de una palanquita, con el dedo gordo de la mano derecha. Nunca me lo había imaginado, pero tenía todo el sentido, pues con los botes que das en un Quad tener el acelerador en el puño puede resultar en una aceleración “sin querer” y luego a saber dónde acabas y en qué estado.

Teníamos una hora por delante.

Pasé los primeros minutos en un lugar llano para ver qué tal respondía y aprender a dar las curvas con ese trasto. Al ser tierra y arena, se notaba que el Quad estaba en su salsa. Lo más complicado era cogerle el truco a este acelerador tan raro. Y mejor no comentar sobre mi calzado, unas simples chanclas que servían para todo menos para cambiar de marchas. Vago de mí, que perdí las bambas en Tailandia y no me había preocupado de comprar otras. 

Khalid sin embargo tenía mucha experiencia conduciendo estos trastos, ayudado por el hecho de que su casa está justo al lado de este lugar, y ya estaba pasándoselo de lujo subiendo y bajando las pendientes de unas dunas que a mí me acojonaban por su altura. 

Cuando ya estaba más o menos cómodo conduciendo, me dije a mí mismo que tenía que subir ahí arriba sí o sí. Tenía que ser increíble estar en esa posición preferente desde la cual divisar todo el lugar. Lo intenté la primera vez, acelerando en 2ª y encarando la pronunciada subida, pero aquello no era ninguna broma… el Quad fue perdiendo velocidad progresivamente -“no, no, ¡no!”- hasta quedarme parado justo enmedio. Ahora tocaba bajar hacia atrás apretando con fuerza los frenos y a paso de tortuga si no quería volcar la máquina. O le daba más gas al principio y me agarraba como podía al manillar intentando controlarlo o no habría manera.  

Ahora comprendía mejor a los participantes del Dakar. El Dakar, la mítica carrera africana -celebrada en sus últimas ediciones en Sudamérica- que me había robado el sueño desde que tengo uso de razón, pero más si cabe cuando mi tío Natxo nos llevó a mis hermanos y a mí a ver la salida de la 27ª edición en la Plaza Catalunya de Barcelona. Todo el mundo quedaba boquiabierto con el desfile de coches, motos y sobretodo los impresionantes camiones de seis ruedas que, con sus más de 800 cv de potencia podían subir y bajar las dunas más grandes del desierto sin despeinarse. Pocas personas sin embargo se fijaban en los Quads, en esa edición solo había seis de ellos. Y es que hasta que no subes en uno es difícil comprender esas sensaciones que transmiten.

Después de quedar varias veces completamente atascado, en las que tuve que bajar del Quad y empujarlo con todas mis fuerzas o incluso excavar en la arena ardiente con mis propias manos, con la inestimable ayuda de Khalid de repente me encontré conduciendo en lo más alto de aquellas montañas gigantes de arena. Poco tenían que ver con las dunas por las que había pasado en Marruecos montado encima de un dromedario. Estas por lo menos eran cinco veces más grandes.

Ahora no sólo el Quad estaba en su salsa, sino yo también, pasándomelo pipa y probando mis límites y los del Yamaha Banshee, yendo relativamente rápido. Es entonces, en un momento en el que solo veía el cielo azul, la arena rojiza y el Quad rojo de Khalid subiendo la duna contigua, cuando me di cuenta:

-“Joder… ¡estoy aquí!”

Estaba allí. Como quien despierta de sopetón de un sueño y se da cuenta de que está en su cama tan tranquilo en vez de sobrevolando el Everest con el simple impulso de sus brazos. Y es que estos últimos días había estado tan absorto en la rutina, en las cosas urgentes que hacer, en la búsqueda de trabajo, en lo que llamamos el “día a día”… que había perdido la visión general del asunto. 

Ya me ha pasado varias veces durante este viaje, sobre todo cuando estoy largos periodos de tiempo en algún lugar. Encontrar normal el estar bañándome en las aguas cristalinas de una isla Malaya, el estar haciendo meditación en un templo budista Tailandés o, como en el caso que nos ocupa, estar conduciendo un Quad por las dunas de Omán. No es una sensación que pueda calificar como “buena”, ya que se pierde esa frescura de pensamiento, ese hormigueo de saber que estás en un lugar especial y en un momento especial.

Lo mejor es darse cuenta a tiempo y remediarlo, pasando a disfrutar entonces plenamente del presente. Y así lo hice entonces, disfrutando como un niño con las subidas y bajadas. 

Eso sí, mi dedo gordo de la mano derecha acabó con unas agujetas que me duraron tres días.


Driving Quads in Oman


Quads in Muscat

4 comentarios:

  1. Ei... esto ha cambiado... para bien... Me gusta el nuevo diseño. Interesante experiencia. Está bien ese detalle de como cogerle el truco al vehículo. Un abrazo!
    YBM

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    1. Me alegro que te guste el diseño nuevo Yolanda, me pasé toda una tarde aquí trabajando para cambiarlo, jajaja.

      Un abrazo!

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  2. Increíble experiencia!! Yo viví una parecida en unas vacaciones que podíamos alquilar un quad de estos, aunque más bien era un rzr parecido a este: www.polaristienda.com/polaris-rangers.html y no veas las ganas que tengo de volover a subirmo a unoo!

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    Respuestas
    1. Gracias Carlos!
      Sí, yo también tengo muchas ganas de subirme a otro! La próxima vez si puedes pruébalo en dunas, la experiencia es muy diferente a tierra/montaña, con la arena derrapa mucho más.
      Un saludo!

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